La sobrexigencia psicoespiritual es más de lo mismo.

Ahora ya podemos (abre comillas) ser gordas, envejecer, tener flexibilidad estética y de presencia, vivirnos en nuestros deseos bisexuales o incluso no tener criaturas sin que nos señalen con el dedo por la calle o susurren un insulto fruto de nuestras vidas eróticas e íntimas (cierra comillas).
Pero ahora, además, tenemos que:
Cultivar la presencia, la compasión y el compromiso.
Dejar de reaccionar.
Liderar nuestras vidas y vivir con propósitos.
Aceptar la existencia tal cual viene y rendirse.
No resistirse al cambio.
Renunciar al control.
Amar todo lo que hay.
Hábitar nuestras energías femeninas y masculinas.
Sostener el vacío.
No dejarnos llevar por el piloto automático.
Vivir con independencia, autonomía y desapego.
Sanar nuestros úteros. Vaporizarlos y susurrarles cosas.
Aceptar los pensamientos sin rechazarlos.
Reforzar la determinación y la voluntad.
Integrar nuestras sombras.
Trascender los mecanismos de defensa.
Dejar de depender de los demás.
Trabajar en la determinación y la observación interna.
Darnos cuenta de nuestros patrones inconscientes.
Dejarnos llevar por el río de la vida y saber que todo es perfecto como es.
Darnos permiso, acompañarnos.
Transitar los desiertos afectivos con madurez.
Ofrecer nuestra mano a las niñas y niños interiores. Maternarnos y paternarnos.
Regalarnos comprensión, aceptación, entrega y presencia.
Ser un todo, alguien holístico.
Pero amiga ¿para cuándo dejarnos en paz?
Y saber, de una vez, que el mejoramiento y el perfeccionamiento personal como meta es otra exigencia más, otra manera de alienarnos.
He dicho alienarnos.
Agotarnos. Como si no lo estuviéramos ya.
😉
María Sabroso.
Sobre María Sabroso 109 artículos
Sexologa, psicoterapeuta Terapeuta en Esapacio Karezza. Escritora

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