LAS COSAS DEL QUERER

Una amiga mía que es muy joven, es muy sabia, y es muy guapa dice que primero está el enamoramiento que dura lo que dura. No sé si tanto como la vida de las moscas o la de las ballenas de Groenlandia.
Que luego todo es cuidarse el uno al otro como en El estanque dorado, o en el matrimonio de Paul Newman y Joanne Woodward. A esta última la tenía mucha envidia la gran Pilar Bardem porque todas las noches se acostaba con el primero. Todas las noches con Paul Newman, vaya chollo, pensaban la mayoría de las mujeres aunque sólo lo dijese Pilar.
Yo creo que mi amiga sabe, porque es de ciencias adonde van los listos, y porque tiene muy lúcida la belleza.
Yo puedo aportar poca cosa, porque estoy descatalogado y sigo siendo de letras.
Yo sé que cuando te casas primero te llaman por tu nombre, porque tu nombre les sabe a hierba de la que nace en el valle. No dejan de pronunciarte. Y algunas mujeres les cambian el nombre al marido, fabrican un nombre exclusivo para ellas solas, y así los maridos pasan a ser Ralli, Tomy, Pau, Nene. Desaparecen los Obdulios, incluso los Manolos, que Manolo no tiene glamour suficiente para una mujer enamorada.
Cuando llegan los hijos desaparecen los maridos con nombre. Y aparece la palabra papá. Un aluvión. Dile a papá que saque la basura. Dile a papá que compre el pan. Hasta ahí todo parece natural, sigue el proceso que dice mi amiga. Pero la exterminación del nombre del marido es cuando la mujer se dirige directamente a él. Papá, tienes que reñir al niño, se mete el dedo en la nariz, no puedo con él, dice que le da mucho gusto, dile tú que está muy feo, porfa, papá. O papá, he encargado un colchón nuevo, cada diez años hay que cambiar el colchón, que lo he oído en la tele, papá.
La jibarización de un hombre a manos de su mujer llega cuando empieza a ser abuelo. Ahí ya no recuerda ni cómo se llamó. Porque aparece el artículo para reforzar el olvido. Ya no es Ralli, ni Tomy, ni Pau, ni por supuesto Manolo. Es El abuelo. El abuelo os cuenta un cuento si coméis verduras. El abuelo os lleva luego al parque y así dejáis las tablet y os da el aire que os viene muy bien. ¿Que tenéis que hacer un dictado? Eso al abuelo que se le da muy bien la fonética. Abuelo, que tengo hora en la peluquería, pon tú la mesa.
Y el abuelo piensa eso de lo nuestro tiene que ser aunque entre el uno y el otro levanten una pared.
Valentín Martín
Sobre Valentin Martín 49 artículos
Valentín Martín estudió Magisterio y Humanidades en Salamanca y Periodismo en Madrid. Ejerció la enseñanza dos años y el resto vivió de escribir. Ha escrito 25 libros. El número 26 es un poemario llamado Santa Inés para volver (Versos de la memoria), que recoge la historia de sensibilidades de su pueblo. Periodista, escritor y poeta, ha publicado en la última década libros de relatos como La vida recobrada o Avispas y cromosomas; el ensayo Los motivos de Ultraversal y los poemarios Para olvidar los olvidos, Poemario inútil, Los desvanes favoritos, Memoria del hermano amor, Estoy robando aire al viento, Suicidios para Andrea y Mixtura de Andrea. A caballo entre los años 60 y 70, escribió dos poemarios y dos ensayos: Veinte poetas palestinos y El periodismo de Azorín durante la Segunda República, inicio de un largo trabajo dedicado a la literatura. En Lastura ha publicado en diciembre de 2017 el libro de crónicas y relatos Vermut y leche de teta.

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