
Cuando la prensa se degrada, se vende, se manipula estamos quebrando la puerta de entrada a la autarquía. La prensa libre es la voz que protege al pueblo de los desmanes del poder, del sistema, de la injusticia, de la corrupción. Si enfangamos el llamado cuarto poder ¿Qué nos queda? Es como si tapáramos la boca a la sociedad que clama justica, a los/as desesperados que necesitan gritar su impotencia y encontrar el eco en eso que llamamos prensa libre.
Y la prensa está enfangada, vendida, malparada hasta límites insoportables. Escucho a periodistas que se quejan de la escasez de recursos. Becarias que dan las gracias por dedicar horas en redacciones anodinas, periodistas de raza que se ven abocadas a un trabajo funcionarial a las ordenes de políticos, en infames portavocías donde la voz del amo es lo único que suena. Legiones de periodistas, que quizá al empezar a estudiar tenían en mente cambiar el mundo o hacerlo más habitable, y ahora se pliegan a redactar vacuos y mal escritos discursos que llegan parametrizados por el poder. Cualquier poder.
El solo pensamiento de prensa independiente es una falacia o una remota reminiscencia de un tiempo caducado hace mucho. No queda. O está reducida a pequeños espacios que mantenemos, o intentamos al menos, una cierta indisciplina para con el poder, con lo establecido, cuestionando lo que nos descuadra o simplemente no entendemos bien. La corteza de medios que tenemos quienes seguimos creyendo que es imprescindible dar voz a la independencia, es tan brutal que jamás podremos hacer un periodismo de vanguardia quedándonos rezagadas o refugiadas en opinión o en informes sobre historias que nos llegan a las manos, dedicando horas de trabajo ingentes sin recibir más que la amable lectura y aquiescencia de unas pocas lectoras/es. Fieles, pero escasas.
La gran prensa está mediatizada. Y no es una crítica, desgraciadamente es una constatación que nos es desvelada a poco que entremos a comprobar quién y cómo se financian los grandes medios. Nadie muerde la mano del amo, más si es amo de soga y caudal. Las redacciones sobreviven gracias a estas entradas de financiación: la publicidad, los bancos y las las empresas que han adquirido la deuda terrible que ahoga a las cabeceras de la prensa hispana. Ya no dependen de los euros que se recauda en el quiosco de la esquina por la sencilla razón de que no se compra prensa. La ciudadanía no compra periódicos. Esa cruda realidad a la que cerraron los ojos redacciones pantagruélicas y cabecitas que se creyeron Ciudadano Kane (¡oh! Cebrián y su megalómana forma de invertir que arruinó la cabecera del País y lo enfangó para siempre) No supieron ver el desastre o fue inevitable, que puede que sí. El caso es que hoy, la prensa es rehén de los bancos. Y con ello las redacciones se han convertido en títeres del poder. De cualquier poder.
Por poner un ejemplo. El banco de Santander tiene un 4,145% de las acciones de PRISA y un 3,977 de Vocento. El banco internacional HSBC, tiene un 9,108% del accionariado de PRISA. Amber Capital, fondo de inversión, es accionista de Mediaset, Atresmedia Vocento y PRISA (esta vez con un 30% de las acciones lo que le convierten en su accionista mayoritario) Vayan sumando.
PRISA, en 2012 convirtió su deuda en acciones con el fin de evitar una quiebra segura. La Caixa, Banco de Santander, HSBC , en comandita canjearon 334 millones de deuda de la empresa editora del País en bonos. Telefonica aportó 100 millones de euros en acciones.
En 2014, tres bancos compraron el 23% del accionariado del grupo. En 2018 La Caixa Bank absorbió parte de la deuda.
Otra de las empresas periodísticas es Vocento, que está vinculada al BBVA y a la familia Ybarra la cual controla un 11,077%.
Los medios de comunicación audiovisuales hace tiempo que se han corrompido hasta el límite de la nausea. El grupo Planeta es socio mayoritario de Atresmedia, junto con el Banco de Sabadell. De Mediasset conocemos los lazos que le unen a Berlusconni y su creación se debió únicamente a convertirse en caja de resonancia de un político populista en su ascenso al poder.
A las grandes empresas o bancos no les sale a cuenta mantener a la prensa. No son rentables per se, entonces ¿por qué han comprado o tienen parte importante en todos los medios de comunicación? La respuesta se responde sola: son la caja de resonancia de sus intereses. Con los medios plegados a su orden dirigen a la opinión pública justo a donde quieren y obvian cualquier mínima crítica que surja. Son inversiones no tangibles en lo económico pero muy rentables en lo publicitario.
Los acuerdos, los pactos no escritos, los pellizcos del poder y de sus cloacas a cambio de silencios sangrantes o voceros infames son moneda diaria. La trama entre Villarejo y Francisco González, ex presidente de BBVA, se hizo pública justamente al salir este de la presidencia del banco. Hasta entonces, silencio. La Omertá para el banco.
Lo ocurrido a continuación del atentado del 11M en la estación de Atocha, conforma los anales de la mayor desvergüenza periodística perpetrada en este país. Como el diario El Mundo, con Pedro J. Ramirez, a la cabeza, la Cope con el indigno Jiménez Losantos, RTVE con el terrorífico Urdazi en aquellos infames telediarios, compusieron la mentira más infame sobre 199 muertes.
No se ha castigado a nadie. Nadie perdió su puesto…quizá hubo corrimiento de tierras, Urdazi fue destituido al entrar el siguiente gobierno pero andará por ahí ofreciéndose al mejor postor, como corresponde. Ni Pedro J. ni Losantos han perdido tribuna.
Observarán que poco o nada digo de los medios audiovisuales, sobre todo de la televisión que se ha convertido en la tumba perfecta del periodismo. Amarillismo, casquería, manipulación indisimulada son la tónica común. En los coloquios que nos quieren vender como diversidad y participación son una mera controversia de todologos a gritos, sin mayor rigor donde prima el insulto y el agravio que son lo que sube la audiencia, hasta el punto de no llevar a quien documenta sus argumentos con rigor y prestancia. Casquería manipulativa, la podríamos llamar.
Una no puede dejar de pensar que el triunfo y subida de la ultraderecha ha sido debidamente programada y
Quedan pocas redacciones libres. Pocos medios independientes que puedan vivir con dignidad y sin realizar una explotación de la plantilla a la vez que mantener techos informativos de altura. Pocos y digitales. O extranjeros.
Y eso, queridas lectoras/es es el fin de la democracia. Sin prensa libre, sin crítica, sin nadie que cuente la realidad, estamos perdidas. No harán falta los tanques para ponernos la mordaza, la llevaremos colgada de la mano y será puesta de forma voluntaria.
María Toca Cañedo©
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