Margarita del Val y el Pangolín

Ocupados y preocupados como estamos con la maldita sindemia, no tenemos tiempo ni ganas de prestar atención a otros asuntos, algunos menores comparados con el azote de esta era y otros quizás de más enjundia para el futuro del planeta. Yo propondría que nos limitemos escuchar las cosas tan sensatas que dice siempre Margarita del Val y pasemos de tertulias, circos varios y pseudo periodistas, al fin y al cabo lo sustancial ya lo sabemos: que cada perro ha de lamerse su cipote si quiere sobrevivir, porque ni el estado compuesto este nuestro ni la Unión Europea y sus cataplasmas de fondos sin retorno que ya tardan, y créditos que ya veremos si pagamos, cambiarán su errónea estrategia de convivir, en permanente y estéril batalla, con el virus; eso, y ponerse la vacuna en cuanto esté al alcance de cada cual.

A los que nos ha mirado un tuerto y padecemos un Gobierno regional tan depredador como criminaloide y a la postre, espero, suicida, nos asiste la suerte de poder observar de cerca un espectáculo que no sabría calificar. Aquel choricete que tenía -o tiene, no se- un ático lujoso en Marbella, presidió la Comunidad de Madrid en 2013 y visitó la cárcel un rato, Ignacio González, vendió en 2013 a En Casa Cibeles por 213 millones 3.000 viviendas públicas. El comprador es un fondo buitre (nunca entenderé porqué hay que manchar el buen nombre de tan útil volátil, con la que no obstante conviene tomar distancia porque podría ser transmisora de la gripe aviar, como pajarraco que es) propiedad de Goldman Sach, sobre cuyas hazañas financieras no me extenderé para no aburrirles; les sonará porque en su nómina ha tenido a gente tan principal y necesaria para la humanidad toda como Romano Prodi, Mario Draghi, que ahora manda en Italia porque necesitan un tipo listo, o nuestro Luis de Guindos. Una curiosidad por si no se han dado cuenta: dividan 3.000 por 213 y les saldrán 71.000 euros por piso; no me alargaré aquí sobre las características de las casas pero ya se hacen una idea de que, aún añadiendo el importe de las comisiones oportunas, En Casa Cibeles hizo un gran negocio.

El caso es que esa enajenación de viviendas sociales fue declarada nula por los tribunales en 2018 y la Comunidad de Madrid, consciente supongo de que es desagradable tener que devolver lo cobrado a los amiguetes y ocuparse de la pesadísima tarea de recomponer el destrozo, con gente necesitada y tal de por medio dando la turra (las viviendas tienen inquilinos), pues lleva intentando retrasar el cumplimiento del mandato judicial desde entonces aunque el consejero de vivienda, David Pérez (fue alcalde de Alcorcón; pregunten allí por él y verán que risa) no ha parado de decir eso tan bonito de “acatamos las resoluciones judiciales como no podía ser de otro modo” Lo último es que un Juzgado de Madrid insta al Gobierno de Ayuso -bueno, de Lasquetti, López y Rodríguez, ya me entienden- a que hagan de una buena vez lo que les mandan. Como si en plena sindemia no tuvieran los próceres otra cosa que hacer que ocuparse de las necesidades pedestres de los madrileños cuando lo que cumple es mirar al horizonte alzando la barbilla e hinchando el pecho y construir Zendales y cosas grandes, que hay que estar preparados para lo que haya de venir.

Porque vendrán. Como dice Margarita del Val, habrá más pandemias. En eso es en lo que se traduce esa maldita costumbre de que todo lo que corre, nada o vuela, a la cazuela, que tienen los chinos y, nos acabamos de enterar esta semana por El País que también los de Costa de Marfil, aficionados al estofado de rata con berenjenas o a la caldereta de murciélago. Y, adivinen: al pangolín a la plancha.

Es una siniestra paradoja porque en Costa de Marfil la Covid19 ha provocado ya, aparte de muchos muertos y mucha desesperanza porque verán las vacunas cuando las ranas tengan pelo, una dura crisis económica y eso es lo que ha disparado el furtivismo en la caza de animales salvajes, reservorio como sabemos de virus de todo tipo; incluida seguramente la rana a la que me acabo de referir. Por descontado que nuestra ministra de exteriores y nuestro compatriota al mando de la cosa en Europa, que hablan lenguas, estarán ya sobre el problema intentando que los chinos y sobre todo los marfileños, que pueden aparecer en Canarias a bordo de la miseria, dejen de comer porquerías y se pasen a la dieta mediterránea.

Sobre lo que no ha dicho nada Margarita del Val (esa mujer no puede estar en todo) es sobre el núcleo macizo del planeta y eso pone en evidencia a nuestro ministro de Ciencia y Tecnología, Pedro Duque, siempre algo lento de reflejos, acaso un efecto secundario de la falta de gravedad.

Ya se sabía desde que fue descubierto en 1936 por la sismóloga danesa Inge Lehmann, después de analizar los datos recogidos en los sismógrafos de su país tras una serie de terremotos ocurridos en Nueva Zelanda, pero ahora se vuelve a hablar del asunto a partir de unas investigaciones que se publican esta semana en el Journal of Geophysical Research y han sido realizadas por un equipo comandado por la doctora Joanne Stephenson, de la Universidad Nacional de Australia.

No es que la doctora Stephenson haya viajado como Verne al centro de la tierra para probar lo que dice; eso no es necesario porque hoy disponemos de algoritmos más listos que Dios que permiten no solo conocer sus secretos deseos de usted, sino cibersondear el centro de la tierra hasta cambiar la imagen que desde niños teníamos de las interioridades de nuestro planeta, una masa viscosa como un bombón relleno de praliné incandescente.

¿Para qué sirve el descubrimiento de ese meollo duro y apretado? Ni lo se yo ni lo saben los científicos, pero eso no es óbice para seguir investigando; mira lo que sabíamos hasta antes de ayer del pangolín o el murciélago de Wuhan o sabemos ahora mismo de la rata marfileña o la rana calva. Casi nada. Y la que tenemos liada.

El que avisa no es traidor.

Juan Cabrera.

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