«Más allá del universo Saramago, lo que me ha fascinado de ‘La intuición de la isla’ es cómo se cuenta ese universo (…). La que se intuye, sin ni una sola primera persona, es la Pilar del Río periodista», expresa con grafismo
Olivia Carballar.
“Si tenemos fuerza para combatir, si tenemos fuerza para que eso no ocurra, para denunciar que no puede seguir ocurriendo, evitaremos la depresión ante noticias tan tristes como las que nos está dejando la crisis económica, una crisis moral según Saramago”,
Pilar del Río
Nos enfrentamos hoy, en este apartado de biografías, a una mujer que admiro, que está viva (espero que por muchos años) y que su obra se la relaciona de forma inexorable con la de su compañero de vida, José Saramago. Varias de estas premisas son, algunas veces, las que nos descartan a un personaje femenino. No es el caso, y verán porqué.
Pilar del Río nace en Castril, Sevilla, el quince de marzo de 1950, es la primera de quince hermanos de una familia tradicional que vive inmersa en pleno franquismo. Elige ser periodista, aunque su padre se opone, pero Pilar, menuda, enjuta pero con la fortaleza de los titanes, tenía claro su camino. Contar, poner voz a los dislates de una dictadura que aborrecía y a la que se enfrentó en su tiempo universitario.
Muchos años antes, un joven nacía en un pueblito portugués dentro de una familia humilde, tanto que no permitía al despierto chaval seguir estudios aunque mostraba capacidad y ganas. Es lo que tiene ser pobre y nacer en dictadura, las posibilidades se extinguen desde el principio. Ese dolor de no poder acceder a la Universidad, José lo llevó hasta el final, quizá fuera la causa del peregrinaje “contando el mundo” como describe con platica belleza, Pilar. No había escuela ni estudios superiores, pero había sueños…un abuelo que contaba y una biblioteca de la que se podía sacar libros gratis. ¡Oh, milagro! se dijo el joven José.
Pero sigamos con Pilar. Terminados sus estudios comienza a trabajar en diversos medios, en Sevilla; también ejerce fuera de la provincia de la Macarena y un día caen en sus manos los libros de un autor desconocido. Desconocido para un país que vive de espaldas y mirando de reojo con cierta superioridad al vecino. Portugal, era y quizá sigue siendo, el único país europeo que nos permitía sentirnos más ricos y ejercíamos con denuedo el complejo. José Saramago, para entonces había hecho carrera en la literatura aunque sus inicios estuvieran alejados de ella. José, amaba contar, amaba retratar la sociedad tal como la entendía…o no, quizá escribía para entenderla.
Pilar del Río queda deslumbrada por el libro“Memorias del convento” busca más hasta dar con el recién traducido, “El año de la muerte de Ricardo Reis”. No entiende como en nuestro país se desconoce a tamaño escritor. Saramago describe a los personajes femeninos con aristas y un alma tan cercana, que por fuerza debe de tratarse de un genio, pensaría Pilar.
Busca y obtiene el teléfono del otrora niño pobre de un país olvidado, le llama y él, amable y acostumbrado ya por efecto de cierta fama, la concede, no una entrevista, sino un encuentro.
El dieciséis de junio de 1986, a las cuatro de la tarde se encuentran en el hotel Mundial de Lisboa, dos solitarios para confundirse en la historia futura, Pilar del Río y José Saramago. Esa tarde pasearon por el cementerio de Prazeres, luego sus pasos se encaminaron hacia el monasterio de los Jerónimos, en busca de los lugares donde Pesoa dejara retazos de su alma.
Años después, Pilar, que padece de sueño frágil, sacaba de la casa los numerosos relojes del hogar común en Tías, Lanzarote, José la pregunta qué pasa. Ella le explica su insomnio y él decide no darles cuerda más. Una mañana, sonriente y alegre como un niño, la toma de la mano y la lleva de excursión para visionar los relojes de la casa. Todos marcan las cuatro. Pilar, se extraña y José, el romántico José, le responde que es la hora en que se encontraron una tarde soleada en Lisboa, cuando él la necesitaba y ella le buscaba.
Se escribieron después de aquél primer encuentro, cartas formales, hasta que Saramago le envió una nota: “Si las circunstancias de tu vida lo permiten, me gustaría, puesto que voy a Barcelona y a Granada, acercarme a Sevilla para encontrarnos”. Pilar aceptó porque a las circunstancias de la vida hay que ponerlas pocos inconvenientes. Contaba ella que Saramago se equivocó del sitio de cita y se presentó a en lugar de trabajo. Las amigas/compañeras, enteradas del asunto y presumiendo que la cosa trascendía, avisaron al genio que, si trataba mal a su compa, se las vería con ellas. Cosas fetén de amigas.
Ese día dio comienzo a una sociedad que formó comunidad inalterable llegando hasta la muerte de José, en 2010. A partir de ese momento no se entiende la vida de ambos por separado, lo que nos lleva a preguntarnos a veces ¿Hubiera sido José Saramago lo que fue sin Pilar del Río? y ¿qué hubiera sido de Pilar del Río sin José Saramago? Les reconozco que es imposible la respuesta porque ambos se retroalimentaban de forma unitaria. Parafraseando el inicio de las novelas de José: “y si…” no lo sabemos porque la epifanía surgió esa tarde venturosa de junio.
Saramago obtuvo el Nobel, fama mundial, fue uno de los intelectuales más respetados del mundo, su palabra movía conciencias porque siempre fue y estuvo al lado de débiles, proscritos, depauperados…Siempre mostró al mundo la fealdad que un capitalismo criminal que permitía y alentaba la injusticia. Viajó por lugares a veces olvidados. Llegó a Chiapas, Chile, Argentina, México…cualquier sitio en conflicto, cualquier sitio donde demandara la voz serena del humanista hercúleo que era José Saramago, porque, volvemos a las palabras de Pilar, “A José le aburrían las presentaciones de sus libros, porque José solo quería recorrer el mundo para contarlo”
Pilar del Río, es una periodista de prestigio cuando se produce el encuentro. Trabajaba en diversos medios, radio y TVE, pero entiende que la obra y la persona de Saramago merecen de su energía al completo. Abandona su trabajo en España y se convierte en su esposa en 1988. Residen por un tiempo en Lisboa y traduce toda la obra del autor al castellano.
José había soñador durante toda su vida con una isla perdida, un lugar donde llegaran las voces pero no el ruido. Una visita casual a Lanzarote, les supone a la pareja, el descubrimiento de un mundo que puede ser el suyo. Trasladan su vida a Tías, y a partir de ese momento la isla ventosa, de arenas volcánicas y territorios largos en vacíos, se convierte en su hogar. Es allí donde la sociedad fundamentada en un amor infinito se complementa de forma total. Él escribe en su despacho, ella, alejada para no recibir interferencias, recibe sus páginas, las corrige y de forma simultanea las traduce a nuestro idioma. Y crece la aureola de hombre irredento con la injusticia, con el poder. Y crece Pilar del Río auspiciando y enardeciendo a su compañero de fatigas…Hasta los últimos meses de vida, José, no dejó de viajar, de alentar con sus palabras la justicia y la paz.
El sabio opinaba, y Pilar lo suscribía al momento, que mientras hubiera fábricas de armas, al lado, justo al lado, habría fábricas de conflictos y así la paz se convierte en una quimera. Pilar y José, contemplaban al mundo con el desafío del rugir de poderes perversos y ocultos, pero su propia actividad les hacía ser optimistas. Pilar, sigue en ello. Es una activista optimista y una optimista que trabaja por un mundo mejor.
La historia de amor, colaboración literaria y activista termina para José cuando muere. No para Pilar, que a lo anterior suma la continua actividad de la Fundación Saramago, que preside y la colaboración sistemática con cualquier medio o entidad que necesite escuchar las palabras de una mujer fuerte, culta e inteligente que tuvo la suerte de que su vida se cruzara con un genio para hacerle florecer y ser, ambos, felices.
Esta historia tiene continuación porque espero y deseo fervientemente que Pilar del Río siga muchos años activa, viajando, poniendo voz serena pero firme y contundente, en este mundo caótico que permanece en la cordura, por personas como José Saramago y Pilar del Río, esa sociedad amorosa que tantos frutos nos da.
María Toca Cañedo©
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