
A pesar de que las manos obedientes de otros me tapan la boca,
consigo respirar siluros rojos.
Las tardes de domingo se quedaron en Bouville, con los que acatan el
mercado de la risa y consiguen caminar solo en una dirección.
Cada tarde de domingo es vivida como la luz de diciembre, promesa de
calor oscuro, como un enero que llegará cual lunes, lleno de luz y hastío.
Los hombres de sombreros negros encierran bajo llave la risa de las
estrellas.
No han querido saber que en el oscuro surco de sus senderos viven
hacinados los que poseen los huesos.
Pero han sabido.
La promesa de calor oscuro ha llegado sin el tambor.
Los oficinistas agachados escriben largos epitafios para la Libertad
mientras las niñas vestidas de rojo aceleran el crecimiento de las
madreselvas.
No has querido saber que el destino juega.
Nunca lo has querido,
nunca lo has sabido.
El destino pasea solo por un lado de la calle,
como el domingo en Bouville
o en la calle Real.
Margarita Sanz Lobo
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