Soltad a Barrabás

Me acuso de ser del Atlético de Madrid. Es más, me acuso de ser del Atlético de Madrid, incluso cuando lo presidía uno de los mayores delincuentes que ha dado este país. Mucho más, me acuso de haber celebrado aquel doblete –Liga y Copa- del Atlético de Madrid presidido por ese delincuente.
La política de baja estofa, la que degrada el término, se ha convertido en un espectáculo de masas nauseabundo. Igual o casi igual que el fútbol. No importan los medios, no importan los chanchullos, no importa nada, sólo la victoria, es decir, el dinero y el poder.
Desde hace tiempo, quizás desde siempre, los partidos políticos se vienen pareciendo cada vez más a los equipos de fútbol, sobre todo, en lo que a su masa social se refiere. Sólo tendrán que sustituir militancia por «hooligans», lo demás: el amor a unos colores, a unos símbolos, a unas siglas es idéntico. Así que, puesto que de vísceras se trata, no pidamos que, en el ejercicio partidista se utilice el cerebro, excepto, en aquellos individuos que controlan el cotarro y saben del poder de la enajenación.
Ni la ética, ni la estética, sólo la victoria visceral para los comunes y el dinero fácil y el poder para los propios. El tema es grave porque estas devociones irracionales, estas sumisiones absurdas se dan en todos los partidos, con más razón en los que «tocan pelo», pero también, increíblemente, entre los que no lo tocan. La única diferencia que, en mis años, he podido observar entre los de izquierda y los de derechas, es que en los primeros, al menos, había una base de valores mucha más cercana a los derechos humanos, un romanticismo más solidario. El problema de la izquierda, en su dirigencia, no suele estar en su amor al dinero, a la riqueza, sino en su amor al espejo.
Como ya predije en las últimas horas Ayuso (o su urdidor) no le ha dejado más que una salida a Casado: saltar de la Torre antes de que le empujen. Al final, parece que lo elegido por el reo es el empujón.
Tristemente, el avezado conseguidor de títulos ha conseguido la anhelada unidad del partido: todos y una, una y todos contra él. La razón es evidente, el populacho está por Ayuso, aunque su fachada moral esté decrépita, aunque haya malversado el dinero público, aunque haya condenado a muerte a centenares de personas en las residencias de mayores, aunque… Da igual, es la que asegura la Liga, la copa y la Champions.
Eso en la calle, porque para los que se asoman al balcón, esos vítores son la antesala del poder, del dinero fácil y ahí tampoco importa la degradación moral de la susodicha. Por eso, el populacho gritaba ayer en Génova «soltad a Barrabás« y esos gritos, lanzados desde las vísceras por los comunes, fueron recogidos por la nobleza del partido: todos para una, y una para todos.
Qué curioso, la feligresía, volviendo al nuevo testamento, pero con el traje que más le gusta, el de fariseo.
Juan Jurado.
Sobre JuanJ Jurado 75 artículos
Profesor de Lengua y Literatura española. Publicaciones en La prensa en el Aula. Octaedro. Cuaderno para la comprensión de textos. Octaedro. Ponente del Diseño curricular base para la enseñanza de la Lengua y la literatura española en la ESO, en Andalucía. He sido portavoz y concejal por el grupo municipal de IU en Úbeda. Actualmente no milito en ninguna organización política, pero si la calle me llama, voy.

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