
Esta noche he soñado con Reverte. Sí, esa misma cara se me quedó a mí al despertar: susto o muerte. No crean ustedes que fue un sueño de enfado o cabreo, aunque las últimas revertadas merecerían por mi parte eso y más. No. Verán. Estábamos en un centro de estética integral, yo a mis cosas, mientras ellos entraron en tromba y con paso firme y voz decidida interpelaron a las dulces señoritas que no daban crédito a semejante invasión de hormona macho…El señor Reverte y su manada de amiguis: Antonio Lucas, Manuel Jabois, Edu Galán y Élmer Mendoza, venían, no a comer huevos como van a Lucio, ellos tan machotes, sino a depilarse las cejas. Que sí, que es difícil de creer, pero es mi sueño, es mi relato y aquí mando y dispongo yo.
Entraron, la manada de machotes, y pidieron depilarse las cejas. Tal cual. Se formó un cierto revuelo, claro está. Ahí es nada, tener a celebridades como Reverte, Jabois y Galán (Élmer ni se quien es, pero buscaré) en un espacio reducido, tanto el personal como los clientes se soliviantaron y elegimos a una de las nuestras (la más joven, la más guapa) para pedir el autógrafo a Reverte por ser más conocido. A Jabois, no, porque ni está tan bueno como dice Reverte en su crónica, ni es tan famoso, aunque reconozco que a mí me gusta como escribe y no le haría ascos, a condición de que su dotación masculina fuera acorde con su chulería. Ellas, querían el autógrafo de Reverte.
Reconozco que fue amable, nos sonrió con su cara plena de arrugas labradas a golpe de mucho yate y poca crema hidratante porque los machos no se hidratan, no sea que pierdan virilidad . Como decía, el señor Pérez nos contempló con sus ojos enjalbegados de autoestima, sacó de su bolsillo interior el bolígrafo presto a estamparnos el autógrafo en libros o en el muslo, quizá también en las tetas, porque es en lo que él se suele fijar de las mujeres: en las tetas y poco más. No teníamos –tetas, sí tenemos, pero guardadas- libros del capo de la RAE, porque es nuestro trabajo, y nos gusta la literatura, así que partimos papelines de la basura y nos firmó, todo sonrisas, en los desechos.
Mientras, Jabois, y Galán eran depilados. Las cejas y la entrepierna, porque se animaron al vernos tan ágiles y predispuestas. Reverte, no. Él, las traía depiladas de casa. Elmer pululaba por allí pidiendo un esmaltado semipermanente para su pedicura veraniega.
Les puedo jurar que fue un sueño un tanto desasosegante, pero en una ocasión soñé con que Rajoy me pedía matrimonio y no me quejé tanto. ¿Que no se lo creen? Es mi historia, como fue la del señor Reverte con Christina Hendricks y yo, al igual que él, hago lo que me da la gana con mis historias. Y tan cierta o fantasiosa como la suya. Aunque no sea de la RAE ni haga machadas todos los días.
MariaToca©
Me alegra mucho ver que alguien le para los pies y le depila las cejas a este hombre tan definido y tan seguro de todo lo que dice.