Turismo, ¿progreso o problema?

El turismo es como el fuego, puede cocinar pero también devorar la casa…

Proverbio asiático

 

 

El turismo se ha instaurado como el nuevo maná. Los países bendecidos por costas playeras, por tesoros artísticos, o por parajes naturales de belleza exótica descubrieron en los albores del siglo XX una industria singular que genera inmensa riqueza.

La industria turística nació de forma milagrosa. Un vendedor de libros iba a una reunión a Leicester y se sintió inspirado por la idea de contratar un tren para transportar sus amigos con objeto de asistir a una reunión trimestral. Este hombre fue Thomas Cook, el cual aprovechándose de los avances de la tecnología del transporte, llevó una revolución del turismo a finales del siglo XIX ya que había dejado de ser un coto vedado a los aristócratas y se había convertido en industria.

A su vez, con el abaratamiento de las comunicaciones, la creación de inmensos tour operadores, se han generado movimientos migratorios accesibles a una gran parte de la población. Cruzar medio mundo por menos de mil euros, disfrutar de un todo incluido en hotel de lujo y playa privada ya no es patrimonio de unos pocos. Se ha popularizado un sistema vacacional y lo que antes disfrutaban las elites ya lo puede hacer el pueblo llano. Felicidad al completo.

La  opulencia de países exportadores de turistas facilitó el nacimiento de una nueva tribu: turistas de masas y con ello las primeras críticas que llegaron de la mano de los autores, Turner y Ash* que llamaron “bárbaros de nuestra edad de oro” a los turistas que comenzaban a desplegarse por el mundo. Los gobiernos anfitriones de estos movimientos de masas los recibían como fuente de divisas sin cuestionarse sus consecuencias.
Los autores citados creen que “el turismo es en realidad una fuerza maligna”, una nueva forma de colonialismo donde los ciudadanos de países ricos se desparraman en zonas empobrecidas.

Podemos decir que la introducción del turismo se produce en ciclos:

  • Etapa de euforia, apuesta por el desarrollo.
  • Etapa de apatía coincide con el ciclo de la consolidación.
  • Etapa de irritación por los niveles de saturación.
  • Etapa de estancamiento productos son los mismos.
  • Etapa del antagonismo se culpa a los turistas de todos los problemas sociales.
  • Etapa del declive decae el número de visitantes, todo depende de los tour operadores. se introducen recursos alternativos (parques temáticos, espectáculos, etc.

La etapa final de este proceso es el desgaste que producen el cumulo de todos estos problemas que  nos lleva a  cuestionarnos la sostenibilidad de los recursos medioambientales, artísticos e históricos. La parte positiva es que  en base a la entrada de turistas, se introducen programas de desarrollo que palian y reducen la pobreza, se implantan políticas sociales en los países de acogida.

A la vez, la industria turística es generadora de un notorio impulso económica para la zona privilegiada, no siempre tan positivo . Donde antes  había un pueblito de pescadores con un vida sencilla, casi precaria, la llegada del turismo hizo que se volteara la economía, que el pescador abandonara el barco,   o fuera utilizado en paseos turísticos,  pasará a regentar un chiringuito playero o a servir en el restaurante o cafetería del hotel implantado en la zona. Masas de mujeres se prestaron a sacar un salario como kellys en hoteles que pagan a dos o tres euros la hora de esclavismo femenino. Progreso y turismo se enlazaron en un matrimonio que henchía de satisfacción a gobiernos locales y nacionales y no tanto al pueblo llano.

 

En España algo sabemos de ello por lo que no me detendré en exceso a referir el cambio estructural y sistémico que la industria del turismo ocasionó en su momento. Incluso cambios políticos se produjeron en los oscuros años del tardofranquismo con la llegada de las hordas turísticas de la primera ola. Francesas en bikini que escandalizaban a las nativas y provocaban lúbricos sueños a los gañanes de pueblos que jamás pensaron ver caminar por sus calles a espigadas éfebas nórdicas. De golpe el paisaje se trasformó y durante los años sesenta y setenta cualquier desmán paisajístico y/o urbanístico era posible ya que el maná turístico no tenía trabas ni freno.

En el recuerdo tenemos una escena antológica de la película interpretada por Javier Bardem, dirigida por Bigas Luna, Huevos de oro, cuando pletórico, el protagonista, erigido sobre su rascacielos se dice a si mismo, que lleva dos relojes (uno en cada muñeca, Rolex de oro, naturalmente) porque si tiene dos huevos,   ¿por qué no va a tener  dos relojes? Arquetípico inversionista del momento. Hortera, ostentoso, nuevo rico que trasformó el terreno familiar improductivo en cadena hotelera forrándose en poco tiempo. Todo un clásico de nuestra historia.

El becerro de oro que es el turismo ha traído riqueza, trabajo, comunicación, conocimiento de diversas culturas, mezcla de costumbres y un cierto cosmopolitismo, también un intercambio cultural importante. Nadie niega el valor de conocer nuevos rincones para la amplitud mental del individuo, pero…

Que siempre ponemos un pero, me dirán ustedes, a cualquier avance social y económico. Creemos que en este caso es importante reseñar la parte negativa, terriblemente negativa, que la industria del turismo ha producido. Hablo del medio ambiente, de las costumbres locales, por supuesto, pero de mucho más que pretendo contarles.

Nuestras costas mediterráneas han sido destruidas en su mayor parte, hay que buscar mucho para encontrar enclaves que conserven algo de la esencia natural de lo que fueron. Quizá una pequeña parte de la Costa Brava se salve del ecocidio, pero poco más. En Cantabria, mi tierra, los desmanes han sido criminales, quizá con Noja como enclave de muestra de la locura que ha supuesto la mezcla de políticos corruptos y poblaciones anestesiadas por el progreso rápido  de terrenos rurales recalificados por “milagro” con la consiguiente destrucción del paisaje urbano con un trazado de calles enloquecido que cuesta recorrer más de veinte minutos en coche, distancias que en el lineal trazado antiguo se caminaban en no más de diez andando. Playas colonizadas hasta la misma arena que a cada poco la llegada de mareas fuertes devoran los feos  edificios construidos con materiales de papel , a los que en los meses invernales, la arena circunda hasta media altura. En Cantabria, a la citada  Noja  podemos unir Somo,   añadiendo el horror cometido en Laredo, con uno de los paisajes playeros (playa Salvé) más hermosos del litoral,  circundado por  la fealdad como norma de unos edificios maltrechos y  sin concordancia ninguna. Ajo, Isla, Miengo, Liencres…Lugares irreconocibles para las que los visitamos no hace tanto.

Se ha construido mucho cerca de la costa,  sobre todo, mal. Sin infraestructura urbanística de ningún tipo, sin normas ni leyes, gozando de la ley del más fuerte, o del que más corrompía al Ayuntamiento de turno. Con la liberación del suelo impuesta por el gobierno Aznar, la rebatiña se remató y podemos asegurar que, en cada pueblo costero, a poca playa de la que se pudiera gozar, una marea de negrura corrompida sesgó el progreso de poblaciones que bien organizadas podrían haber sido modelos de prosperidad y belleza singular.

A su vez hay un efecto adverso que genera el turismo, la inflación. La llegada de visitantes con alto poder adquisitivo eleva de forma sideral los precios provocando un problema en la población autóctona.

Pero vamos a alejarnos de las costas españolas y nos adentramos en paraísos lejanos que nos pueden servir de ejemplo de hasta dónde puede llegar el sistema si lo dejamos libre.

Las Maldivas son un conjunto de aproximadamente 200 islas frente a la costa de India que han replicado las palabras de Naomi Klein*, que apuntaba que en vez de república bananera, se nombraría como republica turística. El país solo tiene una fuente de ingresos, la exportación de ocio tropical. El 90% de los ingresos estatales proceden del turismo playero.

Sus maravillosas playas están colonizadas por un turismo para  la élite con las más exóticas excentricidades imaginables. Hoteles con plazas privatizadas, zonas extensas alquiladas por más de cincuenta años. Mansiones que los más ricos y glamourosos de la tierra mantienen espacios cerrados a cal y canto. Han comprado el país y es suyo, no solo la superficie terrestre, también absorbieron los fondos marinos (turismo submarino)  para cerrar el círculo privatizador. También  los más lujosos trasatlánticos del mundo recalan en sus puertos.

La industria turística de Maldivas, ha recreado poblados supuestamente autóctonos con spas de lujo para disfrute de una elite. Cabañas con techos de paja con sonidos Bose Surround Sound home, enseres de Philippe Starck decorando las alcobas, baños al aire libre, ropa de cama que cuestan un año de trabajo de una persona normal. La urbanización Coco Palm, se construyó sobre una laguna con escaleras desde donde  los muelles llegan  hasta debajo del agua (les dije que también se coloniza el fondo marino). Los Four Season, Hilton disponen de habitáculos, restaurantes y pub debajo del agua construidos sobre un arrecife de coral. Suites con camareros particulares, que están prestos a la mínima complacencia del cliente, completan el lugar de lujo paradisiaco para una elite mundial. Sus villas pueden alcanzar un costo de hasta 5000 dólares la noche.

Para construir este lugar de ensueño tuvo que ocurrir un drama terrible que facilitó las cosas a las pirañas capitalistas del turismo.

En 2004 el mar rugió de forma inaudita en forma de sunami que abatió el Indico barriendo los poblados costeros de las innumerables islas que mantenían hasta entonces un ritmo de vida pausado, sin mayores problemas, abasteciéndose con la pesca que conseguía la población con sus barquitos sencillos. Una pesca de subsistencia de la que vivían de forma apacible y feliz sin menoscabo ninguno al medio ambiente. Los turistas que llegaban a las islas compartían tiempo de calma con la población local, se tomaban los pescados descamados en la misma playa,  preparados de forma sencilla. Más que turistas eran viajeros curiosos de conocer otros mundos.

Antes del sunami, el gobierno dictatorial de Maumoon Abdul Gayoom,  había intentado privatizar las islas ante las jugosas ofertas y presiones de las multinacionales turísticas norteamericanas. La población había resistido al cambio de forma de vida impuesto por agentes externos. Los sencillos habitantes  ofrecieron una tozuda resistencia a pesar del poder autárquico de Gayoom, por lo que no se pudo  privatizar el territorio. Llegó el sunami y provocó un shock tan considerable que la población, bastante tenía con sobrevivir (los que quedaron) o buscar a sus muertos, para ofrecer resistencia a los cuervos que el capitalismo genera en cada drama  al que se enfrenta la población. Cualquier población.

El gobierno de Gayoom declaró que ciertas islas no eran seguras, mantuvo a la población costera alejada de su lugar de origen, en los barracones precarios desplegados para acoger a la gente en los primeros días; para cuando se quisieron dar cuenta, las zonas costeras estaban en manos de las multinacionales de la industria turística. Comenzaron a construirse los hoteles anteriormente citados y la población quedó desarraigada y sin medios de vida. Intentaron volver a su lugar de origen, pero fueron reprimidos y obligados a vivir en las barracas lejos del mar que era su medio de subsistencia. Sin medio de vida, puesto que no podían pescar, no les quedó más que emigrar o integrarse en el servicio al turista en trabajos esclavizantes y mal pagados. A la vez, las urbanizaciones de lujo y los clubs formados a su aire consumen ingentes cantidades de agua dejando a la población, a la tierra entera, en índices de subsistencia. Y así, los halcones de la industria vacacional arrebataron las islas a sus pobladores para que una elite mundial mantenga una forma de vida impensable al común de los mortales. Puro y genuino extracto de capitalismo.

En Sri Lanka, abatido por el mismo sunami, ocurrió prácticamente lo mismo. Se trasladó la población a barracones, para poco después entregar la tierra costera a las multinacionales americanas.  Como años después pasó en Atlanta con el Katrina, o con el incendio de Santander del año 1941. En cuanto surge un gran drama  los halcones se aprestan a correr para quedarse con los despojos, expulsar a la población de los lugares siniestrados, ofrecerles viviendas de ínfima categoría y quedarse con los mejores terrenos para ser urbanizados y vendidos a la otra elite que puede pagar viviendas de lujo. Ya saben que los Chicago boys ultraliberales, ven siempre oportunidades en donde el resto del mundo vemos drama y horror.

El turismo de elite no quiere pobres, ni precarizados cerca. Les molesta el olor de fritura de pescado o de col. No les gusta tener cerca  a la población autóctona  a menos que no esté uniformizada porque no es lo suficientemente glamurosa para los ojos poderosos, las comidas sencillas les sientan mal,   prefieren los glaseados, los alimentos deconstruidos servidos por chefs exquisitos en circuitos cerrados al mundo real.

A su vez la riqueza generada por esta industria no se queda en los países de origen, como ejemplo sirva decir que en Tailandia solo el 30% de los ingresos generados por el turismo lo recibe el estado…mucho menos en las poblaciones locales que son las que lo padecen.

En Kenia, solo se queda un escaso 5% de los ingresos, a cambio se ha convertido a la orgullosa población Masai Mara, en poco menos que decoración etnográfica lista para dar colorido y negritud a la foto del visitante.

 

En 2010, el FMI destacó que de cada dólar que ingresan los países del Caribe, solo se quedan  quince céntimos en las arcas locales.

En cuanto a la despersonalización y perdida de patrimonio cultural producido por el turismo, es innegable. En 2007 el Fondo Mundial de Monumentos, realizó una lista de 93 monumentos artísticos amenazados, entre ellos Machu Pichu, los Fuertes de San Fernando y San Jose en Cartagena de Indias. En España la amenaza se cierne sobre la Sagrada Familia, Toledo, Avila, Sevilla, Numancia.

Los desplazamientos por turismo en un 43% se realizan por avión (en 2011, WWF confirma que  se registraron 900 millones de desplazamientos turísticos) Según la misma asociación, WWF, la industria turística es responsable de la emisión del  5% del total de Co2 a la atmosfera

Como verán, el  turismo también  tiene una cara oculta y fea,  en su origen. Pero hay más.

Continuará…

 

* LA HORDA DORADA, libro de Turner y Ash

**La doctrina del Shock, pag. 521

Sobre Maria Toca 1555 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina. Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

2 comentarios

  1. Lo sabemos y a pesar de eso, no hay conciencia de que viajar debería ser con responsabilidad, hace 35 años que recorrimos con una tienda de campaña ,Noja, Cabo de Ajo y las costas qué nombras, seguro que si volviera no sabría donde estoy.
    Me ha pasado con algunos sitios, Mojaca, Praga y más, a mi que siempre me gustó viajar he perdido el interés porque no se, si queda ya algo de Paz en algún sitio.
    Ya no me gusta ni Madrid tan deshecho por las franquicias y los gobiernos de corrupcion.
    Echaré un vistazo al libro.
    Un saludo María

    • Ay,Irene. Como cuento, he pasado tiempo memorable en Noja y los pueblos de alrededor y me pierdo, no queda nada, lo arrasó esa pulsión capitalista de hacer de sitios hermosos sucedáneos de Benidorm. Tan triste.

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