Penalti a favor del fascismo

Esta semana comenzó con la noticia de que la UEFA castigaba al Atlético de Madrid con clausurar una parte de su grada para el partido de vuelta de la Champions League, porque en la ida, en Manchester, sus aficionados realizaron el saludo nazi.
No es que la UEFA sea una organización antifascista, solo es que consideran que realizar el saludo nazi es “conducta discriminatoria”. Asimismo, ordenaban al club exhibir una pancarta, antes del partido, con el lema “No al racismo”.
La reacción de la hinchada fue, por supuesto, negarlo todo y presentarse como víctimas (nada de mandar un mensaje de inequívoco compromiso contra el fascismo). Y los medios españoles cumplieron con su papel de llorar la injusticia que suponía aquello (pobrecitos, que por “dos o tres” tenga que pagar toda la afición, y qué injusticia, ya que habían vendido todas las entradas). Ninguna mención a la gravedad del asunto, ni a la reiteración de estas nefastas imágenes vistas en los últimos años en este campo.
Entre la afición del equipo madrileño hay conocidos grupos fascistas que cargan a sus espaldas con dos asesinatos: el de Aitor Zabaleta, en diciembre de 1998, cuando la Real Sociedad jugaba en Madrid y convocaron una jornada “a la caza del vasco”, y el de Jimmy, hincha del Depor, apaleado y arrojado al Manzanares en noviembre de 2014, tras quedar inconsciente al ser golpeado con una barra de hierro.
Sobre el asesinato de Jimmy, la versión oficial, repetida por todos los medios, afirma que hubo una cita entre las dos aficiones (rivales ideológicos) para pegarse, y que ambas iban armados hasta los dientes. La propia policía confirmó que la hinchada del Dépor no había quedado con nadie, y el conductor del autobús confirmó que en el vehículo no había ningún arma. Los que sí habían quedado y se hacían fotos con las barras que portaban eran los hinchas atléticos, ante una misteriosa inoperancia policial. La causa fue archivada porque la Justicia no supo identificar a ninguno de los agresores, a pesar de que estos grupos cuentan con policías infiltrados entre sus filas. El Frente Atlético pagó la defensa de los principales acusados.
En los alrededores del estadio no solo hay altercados con aficiones rivales (recientemente la afición de Osasuna denunció el trato intimidatorio recibido por hinchada y policía en el Wanda). En 2018 un conocido miembro de la afición rojiblanca se lio a navajazos contra otro hincha del mismo equipo antes de un partido. El agresor ya había sido detenido por su implicación en el asesinato de Zabaleta y en las agresiones de aquel día.
Pues bien, esta semana se jugaba la vuelta del partido de Champions, y el Atlético consiguió que pospusieran la sanción, con lo que el estadio estaba lleno. Mientras sonaba el himno de la Champions, el público no solo no aplaudió la decisión de la UEFA contra el racismo, sino que dedicó una sonora pitada al acto todo lo que duró el himno de la competición. En la TV los sabios tertulianos explicaron que era algo normal, que eso siempre había pasado. Sigan, no hay nada que mirar aquí.
El club prometió echar a los fascistas del Frente Atlético en 2014 (como ya hicieron Real Madrid y F.C. Barcelona), pero solo han llegado al punto de no reconocerlos como peña del equipo. Sin embargo, este mes de enero se reunieron con el entrenador y el equipo técnico para pedir explicaciones por la eliminación de Copa y los malos resultados que estaban teniendo. El grupo ya protagonizó en 2005 un incidente en el que hinchas encapuchados detuvieron un entrenamiento del club, insultando y amenazando a los jugadores.
Durante el partido del miércoles y durante los días siguientes, los medios elogiaron sin descanso a la afición rojiblanca por todo lo que habían apoyado al equipo, desgañitándose desde antes del comienzo. Lo decían incluso mientras, en primer plano de la pantalla, aparecían unos muchachos haciendo el saludo fascista gritando “Atleeeeeti!”. Al final del partido, uno de los fondos hacía lo mismo. Ninguna mención a nada que ver con esto.
“Son unos críos”, se puede decir. Claro, como los que se ven en vídeos recientes en los institutos españoles gritando a las chicas “Viva Franco” y “Arriba, España” entre risotadas y bravuconadas, cuando hablan de feminismo en clase. Plantean el fascismo y el nazismo como símbolo de rebeldía, como quien lleva una camiseta del Che Guevara. Y así es como, querid@s amig@s, se blanquea el fascismo en España.
Cuando estos personajes patrios salen a la Europa que sí surgió de la derrota del fascismo, la historia cambia. Así le pasó hace un mes a la neonazi que viajaba alegremente a Alemania con una bandera con la esvástica y un “Mein Kampf” en la maleta, a la que le fue denegada la entrada al país (mientras en España, tras hacer un mitin antisemita en una marcha por Madrid en homenaje a la División Azul escoltada por la policía, fue tratada como “la nueva musa de la ultraderecha” e invitada a difundir su veneno durante semanas por todos los medios de comunicación). Y así uno acaba escuchando en los medios generalistas que quienes bombardearon Gernika no eran tan malos (ni tampoco debían de ser tan buenos los aldeanos).
Aquí nunca pasará nada, porque todo forma parte de la misma cultura. El miércoles, en el campo, uno de los entrenadores comete un acto feo (arengar al público a aplaudir al contrario por perder tiempo, y dirigiéndose con guasa al entrenador rival) antes de que termine el partido. Al finalizar, le preguntaron por lo que hizo y respondió con sangre fría que no, que lo que quería hacer era aplaudir al público que había venido al estadio. Los medios, en lugar de reprender esa mentira, le trataron entre risas como el rey de la ironía. El otro entrenador, al ser preguntado por la actitud de sus jugadores respondió de manera similar. Como cuando preguntaron tras una celebración de un título al capitán del Atlético, que había lucido en su frente una bandera con un símbolo nazi, y respondió que uy, qué despiste (literalmente, escribió en su twitter: “si e ofendido a alguien lo siento mucho”). Preguntado el capitán por el castigo de la grada de esta semana, afirmó: “No puedo entrar en lo de la sanción de la UEFA porque me metería en un lío”. Qué complicado resulta condenar saludos nazis… No hay más preguntas, señoría.
Y es que, alrededor del fútbol, se ven todas las violencias sistémicas, y logran en él una visibilidad que rápidamente las normaliza. En el Betis jugó un delantero para quien la fiscalía pedía más de dos años de cárcel por cuatro delitos de malos tratos hacia su pareja. La afición le dedicaba cada partido el siguiente cántico: “Rubén Castro ale, Rubén Castro alé, no fue tu culpa, era una puta, lo hiciste bien”. Preguntado si condenaba esos cánticos de la grada, el jugador dijo, sonriente y henchido de orgullo por sus chavales, que no.
Hoy, casi la mitad de los jóvenes no considera un problema grave la violencia de género y uno de cada cinco niega que exista la violencia machista (el doble de jóvenes que hace cuatro años). Así es como, querid@s amig@s, se normaliza el machismo ibérico más rancio.
Esta temporada se suspendió un Betis-Sevilla tras impactar un palo, lanzado desde la grada bética, en la cabeza de un jugador rival. En ese momento, en el videomarcador del estadio se informaba a los abonados del club que habían sido denunciados por proferir cánticos racistas o de carácter violento en cada uno de los partidos disputados.
Siendo algo que ocurre cada semana, solo parece tener visibilidad o cuando ocurre un hecho de tal envergadura que obligue a detener un partido o cuando estas aficiones visitan determinados campos y se producen altercados contra hinchadas de otras ciudades que son más fáciles de criminalizar, como la reciente visita del Betis a San Sebastián. Ante aquellos altercados, el club donostiarra lanzó inmediatamente un comunicado de condena inequívoca de los hechos, prometió tomar las medidas disciplinarias si había participado algún abonado del club y se puso a disposición de los hinchas rivales heridos en los altercados.
Del Estado español, solo el País Vasco establece por ley que los clubes paguen parte del coste de cada dispositivo policial en los partidos. La seguridad en los campos de fútbol le cuesta al Estado cada año 10 millones de euros.
Igor del Barrio
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Periodista. Bloguero.Escritor

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