Si la izquierda fuera igual que la derecha en España

Todos los días asistimos, como dócil audiencia que somos, a un espectáculo de comedia parlamentaria en la que, según nos cuentan en cada tediodiario con titulares como “AMBIENTE IRRESPIRABLE EN EL CONGRESO”, hay una crispación insoportable. Los creadores de opinión inoculan en cada ciudadano la creencia de que «los políticos» solo saben insultarse, pelearse y buscar la confrontación, en lugar de buscar la forma de mejorar la vida del país.
Pero… ¿es cierto que la derecha y la izquierda actúan igual en España? ¿Generan el mismo clima de enfrentamiento unos y otros? ¿Insultan igual? ¿Dicen las mismas barbaridades para atacar al adversario? ¿Hacen la misma labor de oposición unos y otros? Lo que es cierto es que la teoría de la equidistancia lleva décadas dominando casi todos los debates en España: cuando hablamos de la guerra civil, por ejemplo, el régimen logró que el relato dominante siempre fuera el de comenzar y acabar los debates rápidamente con un “ambos bandos cometieron excesos” (una auténtica patada a la historia, que, por supuesto, nunca aplicarán cuando se hable, por ejemplo, de ETA).
En cuanto a la labor de oposición, la izquierda española siempre ha sido un frágil contendiente. Esto es algo que viene de lejos. Una vez derrotada en el golpe de Estado de 1936 y en la guerra civil posterior, cuando llegó el momento de dar el paso a la democracia, fue quien cedió absolutamente todo con tal de poder participar en el festín (todas las reivindicaciones de la izquierda quedaron en nada, con el ingenuo pensamiento de que, dejando bonitas palabras en la Constitución sobre el derecho al trabajo, la vivienda, la sanidad, la igualdad ante la ley o el priorizar el interés público por encima de la avaricia privada, íbamos a conseguir un país más justo). La derecha, que siempre ha tenido en sus manos el poder político, el judicial, el financiero y el militar, no cambió ni un ápice sus aspiraciones bajo amenaza de volver a 1936, y consiguió la amnistía total de todos los crímenes de la dictadura y conseguir el carné de demócrata de la noche a la mañana, así como mantener intactos sus privilegios y los de las empresas que mantenían sus élites.
Desde los años de oposición de Aznar, la estrategia de la derecha española se basó en el acoso y derribo (el “Váyase, señor González de cada día) que acabó recogiendo sus frutos con una pírrica victoria electoral. Y, desde entonces, cada vez que ha tratado de gobernar la izquierda (algo que se encuentra con obstáculos desde el inicio, desde las malas caras del rey o los gestos empresariales a las feroces campañas de los medios y cloacas del régimen que se unen a la caverna judicial) acaban amedrentando uno a uno cada intento de cambio de políticas para que todo siga igual. Cuando sale adelante alguna ley, la derecha se encarga de paralizar su aplicación, ya sea judicializando la vida pública o declarándose insumiso en sus comunidades para lanzar leyes propias que anulen las leyes estatales. Toma lección de democracia constitucional.
Desde que gobierna Pedro Sánchez hay una extensa colección de ataques a la izquierda desde las aristas del régimen que sería impensable que fueran lanzados ni desde lo más radical de la izquierda que se sienta en el parlamento.
La presidenta de Madrid, por ejemplo, tiene su famosa frase de “si te llaman fascista, es que estás en el lado correcto de la historia”. No me imagino a nadie en la izquierda, ni siquiera en la dirección de EH Bildu, que afirme en ningún momento “si te llaman etarra, estás en el lado correcto de la historia”.
El alcalde de Madrid afirmó, entre risas, en un mitin: “porque, ¡seremos fascistas, pero sabemos gobernar!” con todo el auditorio aplaudiendo entre carcajadas. ¿Se imaginan a Pedro Sánchez diciendo en un mitin “porque, ¡seremos etarras, pero sabemos gobernar!”. Y que todo el mundo se ponga en pie… Yo, desde luego, no.
¿Os imagináis que en un pleno, un presidente de izquierdas arrancara una foto de Miguel Ángel Blanco y la destrozara con la mayor de las rabias expulsando a las dos diputadas que la tenían entre manos? No, porque eso es un privilegio reservado para un presidente autonómico del PP con fotos de dos fusiladas por el franquismo y no por ETA.
Nadie puede imaginar que, cuando la derecha española negociaba con ETA y la llamaba “Movimiento Vasco de Liberación Nacional” y prometía ser generoso con ellos, la izquierda saliera descojonándose exhibiendo fotos de 12 políticos del PP asesinados por la banda. Esto solo lo hace el actual portavoz de ese partido.
Imagina que, en un pleno en el que la derecha estuviera acosando al gobierno porque dialoga con EH Bildu y sacaran el tema recurrente de que gobierna ETA en España, como hicieron en un debate reciente, leyendo una a una todas las víctimas de la banda, que el presidente del Gobierno respondiera con un “¡pero si se iban a morir igual!”. Solo Ayuso tiene el permiso para decir semejante barbaridad.
Nadie en la izquierda saldría nunca en un mitin diciendo sin parar de reír que la derecha son unos carcas, que siempre acordándose de los que murieron en el País Vasco por ETA… Eso solo lo pudo decir Pablo Casado mofándose de quienes quieren recuperar la memoria y los huesos de sus abuelos represaliados por los antecesores del PP.
Nadie en la izquierda diría que con ETA se vivía un periodo de “extraordinaria placidez”, como dijo el dirigente del PP Mayor Oreja sobre el franquismo en Euskadi.
Tampoco nadie en la izquierda tiene estómago como para atacar de manera ruin a las víctimas de ETA diciendo que solo se acuerdan los familiares cuando hay subvenciones. Eso lo dijo el portavoz parlamentario del PP para burlarse de las víctimas del franquismo, describiéndolas como buitres que solo buscan el dinero.
El portavoz actual del PP describe la situación del gobierno actual con la imagen  ¿Alguien imagina a la izquierda, cuando el gobierno del PP regaló 35.000 bienes a la iglesia católica, diciendo que la derecha le está haciendo una felación al obispo?
En Madrid, la derecha llama “Hamas Madrid” al partido “Más Madrid”, por hablar de genocidio israelí. ¿Os imagináis a dirigentes de izquierda llamando “Partynazi Popular” al PP por permitir cada año desfiles en favor de la División Azul y con discursos de falangistas contra los judíos?
En España, decir según qué cosas han implicado cárcel para raperos, titiriteros, cantantes… se han cerrado periódicos en euskera, editoriales, prohibido partidos políticos… pero un dirigente derechista puede animar en una entrevista internacional a que “el pueblo cuelgue de los pies al presidente” sin temor a ninguna represalia.
En España todo el mundo sabe la militancia de juventud de políticos de izquierda. Pero, qué cosas, que Ayuso fuera una universitaria obsesionada de Falange Española y José Antonio no resulta nada interesante. Como tampoco lo es el pasado de buena parte del hemiciclo de la derecha, implicado en actos violentos durante la transición. Hay cosas que nunca prescriben, pero otras es como si nunca hubieran sucedido.
Eso sí, vence la ignorancia bruta cuando denuncian que, por ejemplo, la ley de la vivienda (aprobada con el voto de EH Bildu) “está manchada de sangre” porque explican que EH Bildu lleva décadas asesinando a gente. En EH Bildu, la izquierda abertzale heredera del brazo político de ETA es una fuerza minoritaria. Tal coz a la historia solo sería comparable a denunciar que cada ley que saca adelante el PP con Vox se cimenta sobre los 114.000 represaliados que aún continúan en fosas.
La presidenta de Madrid fue a una sesión del Congreso y gritó “¡Hijo de puta!” al presidente. No solo no me imagino a ningún dirigente de izquierdas haciendo algo parecido, sino que, aún sería más difícil imaginar que, en lugar de pedir perdón, pasaran a hacer chascarillos, bromas y todo tipo de merchandising (hasta cestas de navidad para regalar en el partido) con el “¡Me gusta la fruta!”. Ellos tienen el privilegio de no pedir jamás perdón.
De la misma manera, ¿os imagináis que dirigentes de izquierda se hicieran camisetas con un lema como “Que te vote Billy el Niño”, torturador franquista condecorado con hasta cinco medallas por el régimen? ¿Os imagináis que en las manifestaciones corearan ese lema y se hicieran camisetas, pegatinas y hasta botellas de vino? Eso solo pasa con el “Que te vote Txapote” de PP y Vox.
Fue el PP de Madrid quien dio la Llave de Oro de la ciudad a Putin (que también ayuda económicamente a Vox) y nadie ha sacado el eslogan «Que te vote Putin« para que gane el chascarrillo y así no hablar de los problemas reales.
Tampoco me imagino que, si muere un dirigente etarra, nadie en la izquierda (insisto, ni en EH Bildu) escribiría un tuit con su foto y con el texto “Mi comandante” o “Gudari nagusi”. Eso solo es privilegio para la portavoz en el Congreso de Vox que, cuando murió Rodríguez Galindo (torturador, asesino y narcotraficante condenado) escribió “Mi general” en su cuenta de Twitter.
En España la violencia callejera ha sido siempre un tema muy preocupante, hasta el punto de considerar “terrorismo” la quema de un contenedor. Pero, cuando se han vandalizado estatuas de Indalecio Prieto o Largo Caballero, políticos progresistas, la cuenta oficial de aquel partido ponía bajo las fotos la amenaza siguiente: “Derogad la ley de memoria histórica. Primer aviso”. No me imagino a nadie en la izquierda parlamentaria lanzando el mensaje “Derogad la doctrina Parot. Primer aviso” bajo la foto de un autobús calcinado.
Tal lenguaje violento es otro privilegio de las derechas, como cuando un partido ultraderechista escribió, ante el asesinato de un joven vallecano por un militar neonazi en Madrid en una manifestación antiinmigración, que “en Castilla tenemos un dicho, que dice “ir a por lana y salir trasquilado””. Y las correspondientes mofas.
Un referente de la derecha española, Ortega Smith, ha provocado multitud de sucesos que abochornarían a cualquier ciudadano en una sociedad normal. Si buscas en GoogleOrtega Smith se encara” salen infinidad de enlaces. En sede parlamentaria, en Madrid, se levantó a soltar una ostia a un concejal de Más Madrid. Le lanzó una botella, como si aquello fuera el parlamento de Taiwan, y le gritó “¡Ahora, llora!”. De nuevo, no se me ocurre a nadie en la parte zurda del arco parlamentario haciendo esa salvajada ibérica.
En una concentración de Ferraz, de esas que aparecen ultraderechistas con muñecas hinchables diciendo “Estas son las ministras del gobierno”, apareció el señor Smith con aire militar y se puso a amenazar al dispositivo policial. Les ordenó lo que tenían que hacer (también lo hizo días antes, llamándoles “las lecheras” la ex presidenta Aguirre cortando el tráfico a su antojo) y les advirtió de que les estaban grabando por si se les ocurría hacer algo. Porque ellos, además, están siempre por encima de la ley. La mordaza es para los demás, igual que el pedir perdón.
Se ha encarado con mujeres víctimas de violencia de género (¿alguien ve posible que un dirigente de izquierdas salga a ponerse chulo con una víctima de ETA?) Por no firmar la condena que redactaban los demás contra un asesinato terrorista, se ilegalizaron varias listas abertzales. Por salirse del pleno en el que se condena un asesinato del terrorismo machista o no respetar el minuto de silencio, nunca pasó nada.
Ha afirmado que las trece rosas violaban, torturaban y asesinaban a hombres… así como su partido cada día repite el mantra de que los inmigrantes, según les deja Sánchez en una parada de autobús, corren a violar mujeres protegidos por la ley de Irene Montero que protege a los violadores… pero, qué casualidad, no abren la boca cuando se descubren tramas de violadores de menores con nacionalidad española a quienes los jueces dejan en libertad.
Son especialistas en dar patadas en el vientre de la historia, como cuando el 12 de octubre Ayuso afirma que España es una de las naciones más antiguas del mundo (¿?) y que hoy es una nación con 600 millones de habitantes… (cuentan toda América Latina como si fuera España dentro de España). Rajoy afirmó que este país es una nación con 2.000 años de historia. Y defienden que fuimos a América a liberarla, no a aniquilar culturas milenarias y saquear sus recursos. Cómo no van a decir estos delirios, si Feijoo planeaba ir a Bruselas a decir que había que pescar merluzas porque, de lo contrario, atacarían a la gente o confunden la okupación de viviendas con el allanamiento de morada.
Tampoco saben distinguir un escrache a un político con ir durante un año entero a acosar a la familia del vicepresidente para conminarle a que se vaya, no ya del país, sino de España. Pero tampoco imagino a ningún dirigente de izquierdas diciendo que España es el centro del universo o que tiene un primo que le dice que el cambio climático es mentira.
Una dirigente del PP gritó: “¡Que se jodan!” cuando estaban anunciando recortes de ayudas a los más vulnerables, mientras el resto del partido aplaudía cuando se leía la aprobación de la norma. ¿Imagina alguien que el gobierno grite: “¡Que se jodan!” cuando se le recortaran (es un imaginar demasiado imaginario) ayudas a, por ejemplo, los guardias civiles o los militares españoles?
Otro caso paradigmático de cómo tratan a quien está fuera de su victimocracia es cómo han tratado a James Rhodes, que consiguió impulsar una ley contra los abusos sexuales a la infancia. Los insultos que le dirigieron varios parlamentarios de derecha (incluido uno de los fundadores de Ciudadanos) durante meses fueron absolutamente repugnantes (“nene tarado por violado”, “niño rarito”…).
Se han burlado en el parlamento del cambio climático, de la salud mental y de todo lo que les ha apetecido, porque ellos nunca rinden cuentas de sus discursos de odio.
Hacen bromas machistas para decir que en Podemos, si eres mujer, solo puedes prosperar si te acuestas con el macho dirigente. “Habló de P… la tacones”, respondió una diputada del PP a Irene Montero, tras una sentencia demoledora de la trama Gürtel. Pero en la izquierda nadie pone llama a Ayusoel ángel de la muerte” ni la “doctora Mengele” por sentenciar a muerte a 7.291 mayores que no tenían contratado seguro médico con sus amigos.
Ellos se vuelven muy machos cuando hablan del narco en Cádiz (“al narco, plomo” dijo el presidente de Vox). Pero no le importa compartir gobiernos con quien en Galicia siempre ha protegido al narco mientras las madres contra la droga luchaban incesantemente contra esa lacra que tantos millones ha dejado en manos sucias.
Eso sí, Ayuso puede decir en cada entrevista, sin base alguna, que la izquierda fomenta el consumo de drogas, porque, según ella, lo que quiere la izquierda es que todos seamos pobres y vayamos drogados por la calle.
Si la izquierda usara la misma estrategia de ofensas, diría que entre la guardia civil, la monarquía y el clero, quieren que todos seamos puteros, narcos, robaniños o pederastas (y anda que no hay condenas y procesos abiertos para justificar tales ataques). Pero esto nunca sucede.
En el equipo de Ayuso, el jefe de prensa amenazó con triturar medios que publicaban casos de corrupción del partido. El director de Economía llamó “cabrones” a ministros del gobierno central. No encontraremos una noticia similar del otro lado del hemiciclo. Ella, hoy mismo, ha basado su comparecencia en la Asamblea de Madrid en una lista de insultos (mafiosos, tiranos, caraduras, estalinistas, etc., contra el fiscal del Estado y el gobierno).
La izquierda (con sus “bajas flexibles” constantes, también hay que decirlo) es más de recurrir a la justicia de manera educada y respetando al sistema y sus instituciones (que están en manos de quien están)… para que no les hagan ni puñetero caso.
Cada 12 de octubre, el padre de Santiago Abascal montaba un desfile por su pueblo, de tradición abertzale, pistola en mano, bandera franquista al cielo y amenazando a quien osara decirle la más mínima palabra. Porque a la derecha española siempre se le ha dado muy bien provocar.
¿Os imagináis una historia en la que el padre de Pablo Iglesias hubiera salido con una pistola por las calles del Madrid de bien cada 14 de abril para amenazar y amedrentar a cualquiera que osara mirar mal? Yo ni por asomo.
El estilo de la política también es opuesto. Cuando se acercaban las elecciones, Feijóo adujo que le dolía la espalda para aceptar un solo debate, y en su casa (Antena 3). Antes del único debate, preparó la estrategia con Vallés, y en él utilizó las armas trumpistas más antipolíticas, disparando mentiras a discreción (a sabiendas de que son mentira) para volver loco al adversario mientras el moderador se mantenía en silencio. Ese nivel tan barriobajero no lo hemos visto nunca en los debates de la izquierda.
Todo esto no se puede comparar con nada, como no se puede comparar las borracheras de Hermann Tersch (ni cuando se conecta al europarlamento desde un bar entre botellas de whisky), ni las de Miguel Ángel Rodríguez ante la prensa…
En el nivel cultural, tampoco hay color entre los José Manuel Soto o Bertín Osborne, que tienen barra libre para decir barbaridades… y los Bardem, Almodóvar… Si buscamos al más radical de los artistas de izquierda, Guillermo Toledo, le han dejado de llamar para muchos papeles tras haberse posicionado políticamente donde nadie lo hace. A Albert Pla le cancelaron conciertos por decir en una entrevista que le daba asco ser español. Hay una larga lista de artistas de izquierda a quienes les ha caído todo el peso de la ley o todo el peso de la presión social fachosférica.
En la iglesia, los cuerpos de seguridad o el ejército no hay ningún ala izquierda de pensamiento crítico… ahí solo encontramos delirios permanentes donde la homofobia, el machismo y el pensamiento medieval bailan con el deseo de ejecutar a 26 millones de hijos de puta.
En el deporte, más de lo mismo: qué decir de Figo, Reina, que se enzarzan en insultar a la izquierda desde sus redes… El jugador del Real Madrid, Ceballos escribió en un tuit, en la final de la Copa del Rey en la que pitaban al emérito, que deseaba poner una bomba para asesinar a todos los que estaban en el estadio. No me imagino al Panda, a Bellerín o a Olazabal publicando algo así y que no pase nada.
Esto también aplica a los medios de comunicación. En los poquitos medios de izquierda, jamás se ha visto a ningún periodista llamar “hija de puta” a una dirigente que responde que declina hacerle declaraciones. Esto solo lo hace Alvise o Vito Quiles, que siguen con acreditación en el Congreso después de estos años de llenar la política española de estiércol. Otro medio ultra amenazó con un “final trágico” para Sánchez, si decidía seguir en el cargo. Por más que busques entre los medios más escorados a la izquierda, no verás esta verborrea violenta.
Así que, aunque los medios sigan vendiéndonos cada día que todos son iguales, es innegable que nosotros no somos como ellos.
Igor del Barrio.
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Periodista. Bloguero.Escritor

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