Trabajadores españoles en la Alemania nazi.

 

La Cruzada emprendida contra la dictadura comunista ha destruido de un golpe la artificiosa campaña contra países totalitarios. ¡Stalin, el criminal dictador, es ya el aliado de la democracia! (…) En estos momentos en que las armas alemanas, dirigen la batalla que Europa el Cristianismo desde hace años anhelaban, y en que la sangre de nuestra juventud va a unirse a la de nuestros camaradas del Eje, como expresión viva de solidaridad, renovemos nuestra fe en los destinos de nuestra Patria,

“Discursos pronunciados por el Caudillo con motivo del V aniversario del Alzamiento”, Noticiero de España, 197. 352 Vázquez, E. (1941) “La despedida de Madrid a la División Azul”, Noticiero de España, 197.

 

 

 

Conocemos bien los lazos que unieron a la Alemania nazi con el régimen de Franco. Imposible hubiera sido el éxito golpista de la contienda civil de no ser por el apoyo logístico y humano del país germano. Las bombas que caían sobre las ciudades y pueblos españoles, eran mayoritariamente alemanas, y en menor medida, italianas. Las comunicaciones, de las que se sirvió el bando fascista, así como la cantidad de voluntarios que llegaron a España para luchar a favor del bando golpista, además de ingentes cantidades de dinero que Franco recibió, no solo durante la guerra, sino también en el periodo anterior fue lo que le permitió organizar el golpe con efectividad. Conocido es que fue el hombre de negocios alemán,  Johannes Eberhart Franz Berhnhardt

https://www.lapajareramagazine.com/oro-de-berlin-dineros-nazis-para-franco-johannes-eberhart-franz-berhnhardt-comisionista-con-ventaja quien intermedió ante el Fhürer posibilitando el traslado de Franco desde Canarias a la península en el Dragón Rapide. El dinero corrió en riadas llegando al puesto de mando fascista sin parar. Pero…los nazis  invadieron Polonia poco después de la victoria golpista en España, y lo prestado había que devolverlo con la urgencia de la necesidad que produce un país en guerra . España estaba depauperada por el conflicto civil, Franco había prometido que llegaría el pan a cada casa española, pero antes tenía que  llenar los bolsillos propios, de quienes le habían ayudado a ganar y devolver a los alemanes la deuda contraída. Las concesiones mineras (wolframio gallego y leonés) y enormes contingentes de alimentos que salían por la frontera hacia el país teutón mientras en el propio el hambre mataba más que las bombas anteriores, formaron parte del pago. A nivel político, Franco, en 1940,  cuando Italia entra en la guerra, convencido del triunfo fulgurante del Eje,  decide pasar de ser neutral a No beligerante, que era un escalón más arriba del apoyo tácito a los nazis.

Las relaciones entre ambos mandatarios no eran fluidas, para Hitler, Franco no era más que un tiranuelo de tercera categoría…o de cuarta clase según la división  racial que mantenían los nazis donde los primeros en la escala eran los arios, seguidos de lejos por  eslavos, latinos y más abajo, judíos y gitanos. El arrogante y pequeño generalito molestaba a Hitler más que provocarle simpatía,  lo que no era óbice para concederse mutuas condecoraciones, tal que  la  que el mismísimo Hitler  concedió al general Franco: la Gran Cruz de Oro de la Orden del Mérito del Águila Alemana,  que fue impuesta al Caudillo el 7 de 1935 (Fernández Almagro, M. (1941) (“Raza española”, Noticiero de España, 199, septiembre de 1940) por el embajador von Stohrer.

Las visitas de Himmler a España, como las de Serrano Suñer a Alemania eran cumplidas con agasajos de amigos íntimos que estrechan lazos de hermanamiento. La Sección Femenina y las organizaciones juveniles que se organizaron en los primeros años de la dictadura, estaban tomadas del ejemplo alemán.

https://www.lapajareramagazine.com/historia-de-un-genocidio-patronato-de-proteccion-a-la-mujerPilar Primo de Rivera, y destacadas damas de la Sección Femenina eran recibidas en Alemania con simpatía  mientras se formaban para imponer las costumbres nazis en nuestro país, con las consiguientes diferencias de un catolicismo fanático y rancio frente al laicismo nazi. Franco decidió apoyar la guerra mundial por el bando del Eje, enviando la División Azul  para luchar contra el comunismo ruso, sin preocuparle mucho que los ateos nazis hubieran invadido la catoliquísima Polonia provocando el conflicto europeo. También invadió Tanger como muestra de su empeño en ayudar al nazi.

Nada de eso consiguió que Hitler olvidara la deuda española. Las necesidades de una Alemania en guerra, tanto en su infraestructura industrial como en la maquinaria   bélica, eran muy grandes. Los hombres caminaban  hacia las estepas nevadas del frente ruso, mientras las mujeres salían de sus hogares camino de  los puestos de trabajo, lejanos los tiempos en que su función era procrear para hacer un Reich que durara mil años, pero no era  suficiente. Al régimen nazi se le ocurrió utilizar trabajo esclavo de las razas consideradas inferiores. Comenzaron a funcionar a pleno rendimiento los campos de trabajo, pero los depauperados presos, duraban poco, apenas tres meses tenía registrado el Reich que duraba un preso de media.

Utilizó un gran  contingente de trabajadores esclavos que habían sido apresados en los países que invadían, entre ellos muchos españoles que se habían refugiado en Francia al final de la guerra española y fueron detenidos por la Gestapo. Cavaron trincheras, construyeron búnkeres en Francia y en Bélgica, conformando el llamado Muro Atlántico. El gobierno de Vichy envió a los republicanos españoles a colaborar con los nazis, en una maquiavélica acción que debió repugnar lo más grande a los  exiliados que habían luchado contra los alemanes en España  sufriendo la dolorosa derrota.

Seguía faltando mano de obra. Alemania necesitaba más, para ello solicitó a Franco el envío de hombres y bastantes mujeres, con el fin de emplearlos en las fábricas alemanas.  Para el dictador español, era un plan magnifico ya que el paro y la precariedad española era ingente y de esa forma se quitaba  personal del suelo patrio a la vez que repatriaba un buen contingente de marcos a las arcas hispanas y  sería ayuda para saldar la deuda con personal mal pagado.

Rápidamente, se puso en marcha la maquinaria propagandística tan bien engrasada por las clases que el maestro Goebels  proporcionaba a los adalides del fascismo español, tal que Ramón Serrano Suñer, amiguísimo de Goebels, de Goerning, Himmler y del conde Galeazzo Ciano, a la sazón ministro de exteriores italiano. Lo mejor de cada casa, vamos, que aleccionaban a los españoles de cómo hacer las cosas bien.

Alentados por la propaganda, miles de hombres ven una salida a su indigencia marchar a Alemania, por lo que se convirtió en una esperanza en los hogares españoles donde las fresqueras estaban vacías. Mandar una buena remesa de marcos podía sacar de la miseria a las familias. La propaganda ofrecía una información agradable y positiva de los contratos de trabajo y la depauperada sociedad española se agarraba a cualquier esperanza para matar el hambre.

Para dar forma a la colaboración de la mano de obra española,  se firma en Berlín, el 21 de agosto de 1941,  entre los dos países, el Convenio de Madrid. Se demandan trabajadores de todo tipo, tanto industriales, como mineros, técnicos de navegación, construcción de embarcaciones,  o simplemente gente sana y fuerte para  realizar cualquier tarea. Las autoridades franquistas le pasan la información a la Central Nacional Sindicalista (CNS)  que se implican en la labor organizativa. Como modelo de intercambio se utiliza el realizado poco antes en Bulgaria, país del que han llegado a Alemania 12.000 hombres,  para lo que desde la embajada española en Sofía se informan enviando a Madrid la confirmación de que todo es favorable.  Se dispone la tarea organizativa, creando al efecto, la Comisión Interministerial para el Envío de Trabajadores a Alemania (CIPETA) el tres de septiembre de 1941. En dicho organismo colaboran el Ministerio de Trabajo español, el de Exteriores y la CNS. Como primer presidente de la CIPETA se nombra a Pelayo García Olay, y cuya sede se localiza en la calle Alcalá 84 de Madrid.

El contingente de hombres que se quiere enviar debe de ser fiel al régimen, aunque no dudan en abrir la mano a una cierta flexibilidad ideológica. Conforme van saliendo los trabajadores se incluyen también a  los que están en libertad vigilada por motivos políticos, Franco no teme ninguna contaminación, puesto que van a trabajar bajo la supervisión en todo momento de los nazis y de la CIPETA. Hasta 1943 no se solicitaron informes de conducta de los integrantes en el contingente inmigrante a la Guardia Civil, lo cual asombra a los investigadores porque para cualquier  permiso y más tratándose de cruzar la frontera,  era imprescindible dicho informe.

La propaganda sigue su tarea de convencer a los trabajadores españoles de que les espera un mundo de opulencia en la rica Alemania y que al volver a la patria la pobreza y el hambre de sus hogares serían una página pasada. Obvian, por supuesto, que el país que los va a recibir está inmerso en una guerra; como disculpa, diremos que los adalides del régimen estaban convencidos de la superioridad, tanto militar como racial, de  la Alemania nazi y el gobierno autárquico, estaba convencido de  que la contienda duraría el tiempo justo de que el país teutón arrasara al resto de Europa y  a la URSS, como se  hizo en Francia. 

Lo primero que debían hacer los interesados en emigrar era apuntarse para ver si  eran elegidos en la selección previa. Los cuerpos de los españoles andaban, por entonces, un tanto famélicos,  la salud no era su fuerte mayor, por lo que debían pasar un examen médico en cada una de las capitales de procedencia. Los facultativos pertenecían  a la Obra Sindical 18 de julio, que, compinchados con técnicos alemanes, examinaban el material humano para que rindiera lo más posible.

Corría el año 1941, desde Madrid, Sevilla,y Cádiz, estaban prestos para marchar 4000 trabajadores  -productores les llamaban los fascistas para eliminar la connotación proletaria-

Debían declarar sus aptitudes y especialidades para, una vez en Alemania, ser colocados en oficios afines. Es posible que el contingente de humanos de posguerra, sumidos en el hambre y las carencias, exageraran sus capacidades porque luego, en el país de destino, hubo criba y humillación ante la falta de capacidad de los españoles recién llegados. Ya se sabe que para los nazis todo lo que no fuera ario de pies a cabeza era desechable y la tropa de productores españoles, morenos, encenizados, bajitos y  desnutridos no les debió de parecer muy útil.

Aún con todo, los que pasaron la criba,  firmaron el contrato donde se recogían los derechos y las obligaciones de los migrantes. Veremos después que los derechos fueron recortados drásticamente y en cuanto a las obligaciones, se ampliaron sin pudor hasta el infinito.  El primer contingente de hombres salió de España el veinticuatro de noviembre de 1941, llevaban el viaje pagado y al cargo de cada grupo expedicionario iban un jefe de Falange y/o del sindicato vertical. Desde esa fecha hasta el l 8 de agosto del año siguiente partieron con rumbo a Alemania un total de 8.323 trabajadores. De éstos, 130 procedían de la provincia de Alicante, 334 de Badajoz, 1.685 de Barcelona, 42 de Castellón, 482 de Córdoba, 1.524 de Huelva, 987 de Madrid, 490 de Murcia, 690 de Santander, 410 de Sevilla, 688 de Vigo/Pontevedra y 383 de Zaragoza.

Se hizo un alto en Hendaya, donde pasaron un día que fue aprovechado para recibir el equipo de trabajo que se les entregó a cuenta del pago posterior, una vez cobrado el primer sueldo. En caso de perdida, o abandono, debían abonar otro. En  Hendaya se realizó una depuración política exhaustiva; los trabajadores fueron revisados de nuevo por técnicos alemanes y españoles. También se les realiza un nuevo examen médico, porque los nazis no debían fiarse mucho viendo el material humano que  llegaba. Si encontraban algún enfermo que se les hubiera colado, era expulsado sin contemplaciones teniendo que tornar al origen a su costa.

Llegados a Alemania, fueron alojados en campamentos  de barracones, algunos, ante la escasez de espacio,  fueron a casas alquiladas. Los barracones eran de antes de la guerra, según el testimonio de algunos españoles que contaron la experiencia, afirmaron que no estaban mal, comparando  con las viviendas de  donde procedían. Lo peor era el frío, aunque confiesan los que lo vivieron, que había estufas dentro de los habitáculos y la temperatura era agradable. En cambio, fuera se llegaba a los 20º bajo cero… incluso, se llegó a pedir que los albañiles no trabajasen en el exterior los días más duros.

El pequeño mundo que los españoles encontraron en los campamentos era diverso, hasta ocho nacionalidades había reunidos por lo que se hablaban diversas lenguas impidiendo el contacto profundo entre ellos. El contingente español llevó cocineros, pero ni con voluntad de hierro podían mejorar una bazofia escasa y mal condimentada que servían como comida. Ni proviniendo de la posguerra española era soportables unos alimentos que, además de escasos, eran incomestibles,  confesaron en cartas a la familia, y  a la vuelta definitiva, los que hablaron de la experiencia, que eran pocos, ya que el silencio se imponía en un país tomado por el fascismo y convertido en cárcel.

Los campamentos, debían tener interpretes porque aquello era una Torre de Babel además era imprescindible,  para entenderse con los que comandaban los distintos oficios o para realizar tareas burocráticas, que alguien conociera el alemán. Lo que abundaba entre ellos,  eran los vigilantes, delegados e inspectores de trabajo y de barracones, tanto españoles como alemanes. En Alemania a la adquisición de personal internacional se le dio el nombre de Programa Deutscher Europasender.

Incluso fue creado un periódico para los inmigrantes que no era más que una forma de propaganda y adoctrinamiento  además de establecer un control férreo a los hombres que pasaban más de doce horas trabajando a destajo, aunque en contrato hubieran firmado solo ocho. El tres de mayo de 1942 salió el primer número de  Enlace, el Periódico de los Obreros Españoles en Alemania, que llegó a los integrados en Berlín, siendo director del medio, Modesto Suarez. Como cosa curiosa de dicho periódico, en 1943 Eduardo Haro Teclen, entrevistó a la singular Leni Riefenstal, lo cual indica la importancia que se daba a la formación propagandista de los trabajadores emigrados.https://www.lapajareramagazine.com/leni-riefenstahl

Los contratos que firmaron ante de marchar eran individuales, duraban de un año prorrogable hasta dos. En 1944, cuando las bombas arrecian sobre el país germano y la realidad de la derrota  nazi se hizo visible no solo para  los trabajadores, llegando pocos y produciéndose deserciones, se amplía el plazo de prórroga de los contratos hasta tres o más años. Hubo esposas que  emigraron también en busca de reforzar la economía familiar. Incluso fueron aceptados menores para trabajar a condición de que fueran acompañados de padres o hermanos.

El pago del trabajo oscilaba de diez a catorce marcos por semana (el marco estaba a un poco más de cuatro pesetas) A este sueldo, que comparativamente con los de España era más alto, había que restarle los impuestos, el material de trabajo, la comida, la estancia de los barracones…Con lo que a los hombres desplazados se les reducía considerablemente la soldada además del terrible ritmo de trabajo impuesto ya que, tal como apuntamos, realizaban  jornadas de doce horas seis días a la semana.

Hubo muchas quejas en ambas direcciones, de los españoles por la comida y los descuentos que dejaban  la paga esquilmada, y de los alemanes por el absentismo. Los hombres del sur soportaba mal las bajas temperaturas, además de que la debilidad de algunos operarios era patente. También ocurrió que  algunos operarios   habían exagerado  la destreza del desempeño de las labores encomendadas y de los conocimientos técnicos. Las quejas de los obreros debían controlarse mucho, no olvidemos quien gobernaba el país. Si alguno de  ellos molestaba demasiado enseguida los inspectores pasaban la ficha a la Gestapo y en pocos días, el trabajador español se convertía en integrante de un campo de concentración donde la disciplina se imponía con mayor empeño.

Se estipuló  que bajo ningún concepto se admitirá por el Instituto Nacional de Moneda Extranjera giros mensuales superiores a 300 marcos, excepto en los casos en que se demostrara suficientemente ante la Secretaría de la Delegación Especial de Berlín, por la hoja de liquidación de la empresa correspondiente, que el productor español había ganado una cantidad superior a esta cifra, descontando, naturalmente, los gastos de alimentación y habitación. El no tener en cuenta esta advertencia —siguiendo enviando remesas superiores a la cantidad antes citada— traería como consecuencia el que estos giros no fueran admitidos por el organismo español aludido y en el caso de que llegaran a serlo, no serán abonados a los beneficiarios de las respectivas transferencias.

Hubo casos en que, con el fin de ampliar las ganancias, se trabajó sin control, incluso  en algunas labores en el mercado negro. Si se detectaban las faltas, se castigaban duramente…los Waffen SS andaban al acecho de que las normas se cumplieran por parte del contingente laboral extranjero.

En el contrato firmado existía la cláusula de vacaciones pagadas, pero pronto se comprobó que era difícil  cumplir el pacto, debido al desajuste de Renfe para enlazar el viaje de vuelta. Para la ida se habían organizado trenes especiales pero las vacaciones eran individuales. la conexión por una Europa en guerra,  con España  padeciendo los desastres de la guerra civil, el  tener una red férrea bien organizada entre ambos países, era harto compleja, por lo que muchos o casi todos de los que marcharon voluntariamente, no tornaron al hogar hasta acabado el compromiso…o  antes, si decidían romperlo por los problemas que  vivían en Alemania.

Para comunicarse con la familia había que solicitar una tarjeta de control que debían entregarse con la carta…solo estaban permitidas dos por mes habiendo de solicitarlas con suficiente antelación lo cual dificultaba mucho las comunicaciones familiares.

Conforme pasaba el tiempo, la invencible Wermacht, era doblada tanto en el frente ruso como por unos aliados que hacían llegar la carga de sus bombas hasta la misma Alemania. Imaginamos como se sentiría  el contingente español que debía llevar en su memoria el horror vivido pocos años antes en una España en guerra, volver a escuchar las sirenas, correr a refugios y sentir el temblor de las bombas.

En España, la prensa propagandista, seguía escribiendo sobre el exitoso ejército alemán, en las altas esferas del país se conocía el desastre que se abatía sobre Alemania. Madrid era un hervidero de espías, la embajada inglesa tenía bien pagados a numerosos militares y ministros españoles* para condicionar el viraje de la política española hacia los aliados. Serrano Suñer, implicado a favor de los nazis sale del gobierno y Franco, gira la vista, con el pragmatismo que le caracterizaba, hacia los que van a ganar la guerra.

En 1943 se recibe en España un escrito  de la Secretaría Técnica de la Delegación de Berlín, donde se expresa el temor a una catástrofe debido a los frecuentes ataques aéreos en las ciudades y pueblos donde habitan los españoles. No es que a las autoridades franquistas les importase demasiado la vida de los trabajadores emigrados, solo que habían contraído el compromiso de indemnizar a las familias en caso de muerte y eso sí escocía a las maltrechas arcas nacionales, por lo que se decidió no enviar más trabajadores e ir repatriando a los que aún permanecían en el país germano.

 

Algunos de los que emigraron no quisieron volver. Se integraron en un exilio que preferían a la pervivencia en la enorme cárcel española. Militantes republicanos que se habían emboscado entre la inmigración, aprovecharon la tesitura para quedarse vagando por una Europa en guerra. Algunos incluso se integraron en la resistencia o en las filas de los aliados. Su  paso por el continente, como la de los presos de los campos de concentración una vez liberados, se hizo como apátridas ya que el gobierno de Franco no reconocía como españoles a quien pensara diferente a lo concebido por su fascismo exacerbado.

Como ejemplo,  sirva como el veintidós de abril de 1945, la embajada española en Berna solicitó visados para poder evacuar a los españoles que quedaban, produciéndose la lógica reticencia en las autoridades suizas ya que comprometían su neutralidad permitiendo el paso de los  españoles que se les consideraba integrante del Eje.

Las tropas rusas y aliadas avanzaban a paso ligero sobre Alemania y los que quedaban en los campamentos de trabajo, fueron obligados por las Waffen SS a cavar trincheras y búnkeres con el fin de defender la ciudad de Munich.

Se da la circunstancia curiosa, de que  Enric Marco, el farsante que durante treinta  años se promovió como víctima de la deportación nazi a un campo de concentración, incluso dirigió la asociación Amical, además de ocupar la secretaría de CNT, fue uno de los trabajadores voluntarios que marcharon a Alemania. Quizá en los sombríos barracones donde pernoctaba concibió la idea de presentarse, años después, como víctima de un compromiso político que jamás tuvo. Porque, no olvidemos que los emigrantes españoles, fueron engañados y manipulados, pero su salida fue voluntaria. Muchos años después, Gema, hija de Manuel Massip,  uno de los emigrados, contaba a RNE que las indagaciones sobre  la emigración de  su padre, la llevó a  descubrir que en la empresa donde  desempeñaba su labor se elaboraba el gas, Zyklon B, el que servía para alimentar el exterminio en las terribles cámaras de gas de los campos. También contaba en el mismo programa,  Nuria, hija de José Sans, que su padre padeció insomnio el resto de su vida después de volver de Alemania.

Hay un libro magnifico que recopila con detalle la vida y la experiencia de estos hombres y mujeres en Alemania, escrito por José Luis Rodríguez Jiménez, “Los esclavos españoles de Hitler” que hace un recorrido, primero, por los que fueron captados y esclavizados por el régimen nazi y también por los  que fueron enviados por Franco para compensar el pago de la deuda contraída con el Fhürer, confirmando con su investigación que aunque no tuvieron un régimen tan duro como los primeros, su vida durante la estancia fue muy dura. La misma conciencia racial de los nazis, en donde los españoles eran considerados inferiores,  les condicionaba a un trato vejatorio, Como ejemplo, sirve   que se les prohibían tener contacto con alemanes -la entrada en los bares no estaba permitida- además de los escasos salarios, las nulas vacaciones y la explotación tanto en horario como en formas de trabajo, por lo que  puede considerarse como un grupo de trabajadores abusado.

Esta triste historia es una más de las que quedan ocultas por la historia oficial, motivo más que sobrado  por contar la verdad de un tiempo vivido por nuestros abuelos que dejó secuelas en las generaciones posteriores y ahora pretenden borrar los herederos de quienes sumieron a España en la oscuridad de una terrible dictadura.

María Toca Cañedo©

 

*Véase el libro de Ángel Viñas: Sobornos.

Sobre Maria Toca 1646 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina. Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

Sé el primero en comentar

Deja un comentario